Resistencia y amparo. Vulnerabilidad en la filosofía de la proximidad de Josep Maria Esquirol1

Palacios Morales Aïda

Resistencia y amparo. Vulnerabilidad en la filosofía de la proximidad de Josep Maria Esquirol1

En-claves del pensamiento

Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, División de Humanidades y Ciencias Sociales

Resumen

El artículo se aproxima a la vulnerabilidad en la filosofía de la proximidad de Josep Maria Esquirol. Muestra cómo, además de constituir lo más humano de lo humano, la vulnerabilidad es orientación de la acción y del pensamiento y sentido hondo de la vida. La primera parte atiende las experiencias previas y fundamentales de pasión y afección, que cristalizan en lo que Esquirol denomina repliegue del sentir y herida infinita. La segunda explora la responsabilidad que inevitablemente deriva de la vulnerabilidad, que se concreta en la curvatura poiética: aquellas acciones y pensamientos que acompañan y hacen bien. La tercera parte examina cómo esa vulnerabilidad, específicamente humana, es juntura de cuerpo y alma. La cuarta y última parte observa la proximidad entre mirada médica y mirada filosófica como cuidado de sí y atención a la vulnerabilidad.


Palabras clave:

alteridad, condición humana, cuidado de sí, mirada filosófica, mirada médica, .

Quien piensa lo más profundo ama lo más vivo. Hölderlin

Josep Maria Esquirol (Mediona, 1963) propone una filosofía de la proximidad, eminentemente concreta, que es cuidado de sí junto con las otras y en el mundo. En su obra, la pregunta por la técnica se ha ido articulando con la antropología filosófica; algo que, como él reconocía, no era casual -resulta, de hecho, casi esperable-: al fin y al cabo, pensar la técnica exige pensar lo humano y su sentido más hondo. Josep Maria Esquirol, Los filósofos contemporáneos y la técnica. De Ortega a Sloterdijk (Barcelona: Gedisa, 2011), 195. 2

Esa filosofía de la proximidad, que apareció como tal en La resistencia íntima, Josep Maria Esquirol, La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de la proximidad (Barcelona: Acantilado, 2015). La obra ganó el Premi Ciutat de Barcelona de ensayo 2015 y el Premio Nacional de Ensayo 2016, otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España. 3 venía anunciándose ya en El respeto o la mirada atenta Josep Maria Esquirol, El respeto o la mirada atenta. Una ética para la era de la ciencia y la tecnología (Barcelona: Gedisa, 2006). 4 o El respirar de los días Josep Maria Esquirol, El respirar de los días. Una reflexión filosófica sobre el tiempo y la vida (Madrid: Paidós, 2009). 5 y ha ido ahondándose en sus dos obras posteriores: La penúltima bondad Josep Maria Esquirol, La penúltima bondad. Ensayo sobre la vida humana (Barcelona: Acantilado, 2018). 6 y Humano, más humano Josep Maria Esquirol, Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita (Barcelona: Acantilado, 2021). 7. En cualquier caso, se intuía ya cuando Esquirol se preguntaba por 'la posibilidad de hacer de nosotros mismos algo distinto de nosotros mismos y convertirnos -como dirán algunos- en artífices y a la vez protagonistas de lo 'posthumano''. Esquirol, Los filósofos contemporáneos y la técnica, 12. 8 Ante los discursos posthumanistas o transhumanistas, ante el lamento nietzscheano de ser demasiado humano El título del último libro de Esquirol responde, precisamente, al Humano, demasiado humano de Nietzsche; de la superación de la debilidad humana a su reivindicación. Véase Esquirol, Humano, más humano, 10. 9, Esquirol intensifica y profundiza lo más humano de lo humano, que radica, precisamente, en su vulnerabilidad. 'En la debilidad, en lo humano, en la vulnerabilidad… en este demasiado que, en verdad, es un más, late el pulso de la verdad'. Ibid., 12. 10

En el comienzo, Esquirol pone un plato caliente sobre la mesa. Esquirol, La resistencia íntima, 7. 11 Escudilla humeante como símbolo paradigmático de cuidado: alimento que nutre el cuerpo y ayuda a resistir, calor que reconforta el alma y brinda amparo. Si algo debe ser cuidado es porque solo por sí mismo no se mantiene, o no se mantiene bien. Para Esquirol, la vulnerabilidad es elemento nuclear de lo humano y se articula con alteridad, apertura y bondad. Lejos de un paraíso imposible -y, por otro lado, indeseable-, Esquirol, La penúltima bondad, 69. 12 piensa la condición humana en la intemperie de las afueras. Una condición precaria que pide acogida y cobijo y que, aún lejos de ser perfecta, está llena de vida, de deseo y de promesas de bien.

Humanidad esencialmente vulnerable porque, de partida y en la intemperie, nos pasan cosas que nos afectan. La secuencia es como sigue, sin linealidad ni causalidad ni temporalidad: todo al mismo tiempo, cada vez más intenso y más profundo. Pasión esencial que genera una reflexividad involuntaria del sentir -repliegue del sentir-. Afección, a la vez generada por y generadora de pasión, inabarcable y excesiva -herida infinita-. Respuesta que es responsabilidad, resistencia y amparo, orientación de la vida -curvatura poiética-.

Este artículo se acerca a la vulnerabilidad en el pensamiento de Esquirol, atendiendo cuatro asuntos. Primero, que la vulnerabilidad es, antes que nada, pasión y afección, alteridad y apertura. Segundo, que así entendida deviene sentido profundo de la acción y de la vida. Tercero, que es esencia de lo humano y juntura de alma y cuerpo. Y cuarto, que constituye el núcleo de esa filosofía que Esquirol ha dado a llamar de la proximidad y acerca mirada filosófica y mirada médica.

Breve digresión inicial

Hannah Arendt, en el camino que la llevaría a distinguir entre las tres actividades humanas que componen la vita activa, distinguía en 1952 entre pathein, prattein, poiein y ergázesthai -padecer, actuar, producir y laborar. Hannah Arendt, Diario filosófico, ed. Ursula Ludz e Ingeborg Nordmann (Barcelona: Herder editorial, 2006), 279. 13Pathein, representante de la vita pasiva, se mantuvo hasta 1955 en sus diversas distinciones entre actividades humanas. Ibid., 196, 279, 315, 445, 447, 478 y 532. 14 Padecer es amar, 'el poder de la vida […]. Quien no lo ha sufrido, no vive, no pertenece a lo vivo'. Ibid., 363. 15

Pero para ella pathein es también el reverso de acción Ibid., 279. 16, en la que participan necesariamente otros y mi victoria o derrota dependen 'de los poderes que son engendrados en el entre. En cuanto actúo, estoy sometido a estos poderes, los 'padezco': παθεῖν en contraposición a ποιεῖν'. Ibid., 272. 17 Mientras producción depende solo de mí y de mi habilidad, padecer y actuar son 'como las dos caras de la misma moneda y la historia que un actor comienza está formada de sus consecuentes hechos y sufrimientos'. Hannah Arendt, La condición humana (Barcelona: Paidós, 2005), 218. 18 A la vez, padecer y producir representan 'las fortunas siempre cambiantes y fluctuantes de los hombres'. Hannah Arendt, 'The Great Tradition II. Ruling and Being Ruled', Social Research: An International Quarterly, vol. 74, no. 4 (2007): 941-954, 948. 19 Alguien hace y otro alguien padece las consecuencias, sin saber nunca en qué lugar estamos -tal vez porque estamos siempre en los dos lados. Dada la condición humana de pluralidad y la consecuente imprevisibilidad de acción, concluía Arendt, nadie 'nunca es simplemente un 'agente', sino que siempre y al mismo tiempo es un paciente. Hacer y sufrir son como las dos caras de la misma moneda'. Arendt, La condición humana, 217. 20

Claro está que, según la tradición occidental de pensamiento, la fortuna está del lado de quien hace, no de quien padece. Quien actúa, puede, y quien no puede nada, padece. Poder como dominio y habilidad, paradigma de lo que es el ser humano; padecimiento de quien está a merced de los poderes de otros. Esto es, exaltación de ciertas concepciones de poder, autonomía e independencia en una tradición con serias dificultades para aprehender la dependencia mutua y el cuidado, como ha puesto sobre la mesa el pensamiento feminista contemporáneo.

En el diccionario, pasión, del griego páthos, es 'acción de padecer; lo contrario a la acción; estado pasivo en el sujeto; inclinación o preferencia muy vivas hacia alguien o algo'. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 23a edición [versión 23.4 en línea]. Acceso el 6/6/2021, https://dle.rae.es. 21 Es decir, pasión como contraria a la acción y, a la vez y paradójicamente, acción -aunque sea de padecer- y preferencia muy viva. Pasión como acción contraria a la acción de padecimiento muy vivo. ¿En qué quedamos, pues? Pasión pasiva, pasividad viva, acción apasionada, acción pasiva. Esquirol nos inquiere: ¿y si lo humano no radicara en lo que puedo, sino en lo que me pasa? Esquirol, Humano, más humano, 47. 22¿Y si esa pasividad entrañara en sí misma acción?

Pasión y afección

Esquirol tiene un lazo estrecho, cuasi de amistad, con Emmanuel Lévinas -con quien reconoce tener una deuda impagable-. Esquirol, 'La primera palabra, o la esencia del lenguaje como amparo', Ágora. Papeles de Filosofía, 31/1 (2012): 103-120, 113, y La penúltima bondad, 52. 23 No es él el único que se aproxima a la vulnerabilidad de su mano; también Judith Butler, quien probablemente haya dado el empuje definitivo a la vigencia del debate, reconoce su influencia al afirmar que 'Emmanuel Lévinas ofrece una concepción de la ética basada en la aprehensión de la precariedad de la vida, que comienza con la vida precaria del Otro'. Judith Butler, Vida precaria: el poder del duelo y la violencia (Buenos Aires, Paidós, 2006), 20. 24

En la aproximación de Esquirol a la vulnerabilidad, el impacto de Lévinas se resume en dos experiencias fundamentales: alteridad y pasividad. Alteridad irreductible que impide cualquier pretensión de totalidad, que nos atraviesa y nos constituye, y que se concreta en el rostro del otro. Pasividad que es condición de posibilidad de la acción y que es sinónimo de afectabilidad y sensibilidad. En tanto afectada por el otro, me encuentro pasivamente en la obligación de responderle; su rostro, descubierto y vulnerable, me hace responsable. Por lo tanto, vulnerabilidad que es sensibilidad y apertura ante el misterio y la afección del otro. Pasividad como disposición a recibir y hacer propio el padecimiento del otro, como capacidad de darse entera e infinitamente al otro. Afección constitutiva del vínculo.

Explica Esquirol que para Paul Ricœur -otra presencia constante en su pensamiento- la alteridad es la 'categoría teórica que corresponde a las experiencias radicales de pasividad (de afección)'. Esquirol, Humano, más humano, 54. 25 Con él, Esquirol traslada el acento de la experiencia básica de poder, del yo puedo que se articula con la voluntad y la libertad, a la responsabilidad, al poder concreto de prometer. Irrumpen la afección y la responsabilidad para con el otro: si prometo es porque el otro ya me espera. Porque me pasan cosas, respondo. Padecer deviene acción. De hecho, la acción humana es para Esquirol 'principalmente respuesta. Más radical que el yo puedo es el yo que, al pasarle algo, responde. El poder no es una espontaneidad, sino una respuesta a lo que nos pasa'. Ibid., 54. Todas las cursivas en las citas son cursivas en el original. 26 Respondemos, sí, pero no lo hacemos bajo una lógica causal, sino porque algo nos pasa en lo más hondo. Algo nos afecta, nos conmociona, nos toca tan profundamente que más que pasarnos nos sobrepasa, nos rebasa Ibid., 55. 27 y nos impele a actuar en respuesta.

Pasión y afección que generan el repliegue del sentir y la herida infinita, esencia de lo humano. Repliegue del sentir como experiencia concreta y esencialmente pasiva; sentirse viviendo, 'la primera y más fundamental de todas las certezas'. Esquirol, La penúltima bondad, 26. 28 Herida infinita que se te hace, que recibes: honda, abierta, excesiva.

En este sentido, Esquirol cita una afirmación de Lévinas que supone un hilo del que tirar: 'La subjetividad del sujeto es la vulnerabilidad, la exposición a la afección, sensibilidad, pasividad más pasiva que cualquier pasividad'. Emmanuel Lévinas, Autemente qu'être ou au-delà de l'essence (París: Le Livre de Poche, 1990), 85; citado en Esquirol, La penúltima bondad, 50. 29 Ésta retiene tres elementos nucleares de la vulnerabilidad en la concepción de Esquirol de lo humano: que quien es vulnerable es (1) un sujeto (2) extremadamente pasivo, y (3) expuesto a la afección. Veamos.

Primero, entonces, y, antes que nada, quien es vulnerable es un sujeto: alguien. Esquirol escoge deliberadamente el término por su sencillez y por venir del término latín alicunus, 'cuya gracia reside en conjugar la idea de alteridad con la de unidad'. Esquirol, Humano, más humano, 20. 30 Vulnerable es alguien, que es otro y es uno, concreto y situado -'la concreción del yo que siente es el cuerpo'. Esquirol, La penúltima bondad, 43. 31 Vulnerabilidad que es propia y concreta de ese alguien que, además de tener rostro a la manera levinasiana, tiene también un nombre. Llamar a alguien por el nombre es como mirarle a los ojos: Esquirol, La resistencia íntima, 73. 32 el otro deviene concreto y único, hasta el punto que el que cada ser humano merezca un nombre revela lo hondo de lo humano y es símbolo y muestra de su singularidad. Cada cual recibe un nombre, que le es propio y que le han dado sin hacer nada por merecerlo -primer amparo-. Esquirol, Humano, más humano, 24. 33 Y a la vez, tener un nombre por el que te pueden llamar es ya apertura a la interpelación, a la responsabilidad.

El nombre, defiende Esquirol, indica 'algo tan precioso que, por si acaso, tiene que haber uno secreto. Uno secreto que, en situación extrema, pueda hacernos de último refugio y salvarnos de toda maldición y toda ignominia'. Ibid., 20. 34 Al respecto, cabe recordar cómo Ursula K. Le Guin, en sus Historias de Terramar, vincula la magia con el don de saber los nombres. En Terramar, cada cual guarda en secreto su nombre verdadero 'para todos excepto aquellos en quienes confiamos plenamente; porque el nombre tiene un gran poder y un gran peligro'. Ursula K. Le Guin, 'Las tumbas de Atuan', en Historias de Terramar (Barcelona: Minotauro, 2006), 340. 35 Pero aún más significativo es lo que Le Guin añade más adelante: quienes se dan sus verdaderos nombres son quienes 'pueden ser más dañados, los más vulnerables, aquellos que han dado amor, y no lo piden de vuelta […]. Los fieles de corazón, los capaces de dar vida…'. Ursula K. Le Guin, 'La costa más lejana', en Historias de Terramar, 564. 36

Como la filosofía de la proximidad de Esquirol es esencialmente concreta, Esa concreción es deliberada. Esquirol parte de lo situado y específico: 'la finitud tiene que ver con la concreción y la experiencia de situaciones siempre singulares. La técnica, en cambio, participa de procesos de abstracción. Y no habiendo problema alguno inherente a la abstracción considerada en sí misma, sí lo hay cuando la abstracción se absolutiza y pierde la conexión con su punto de partida' (en Esquirol, Los filósofos contemporáneos y la técnica, 198). En La penúltima bondad, bajo el subtítulo 'Sencillez y profundidad', Esquirol escribe sobre la definición del adjetivo verde en el Diccionario de la lengua española de la RAE: 'La primera acepción dice así: 'de color semejante al de la hierba fresca'. Y no es ninguna metáfora. Casi nadie se la esperaba, cuando, sin embargo, es la definición más sencilla, la más evidente y la más esencial. […] Cualquier definición 'científica' será secundaria respecto a la primera aproximación experiencial al mundo de la vida' (en Esquirol, La penúltima bondad, 17). 37 el nombre deviene símbolo del otro concreto: quien nos interpela no es cualquiera, sino alguien que tiene un nombre. De hecho, un rostro con un nombre es lo más concreto; la verdad de la vida, afirma Esquirol, tiene que ver con aquello que sucede y con los rostros que tienen nombre. Esquirol, Humano, más humano, 25. 38 En última instancia, son esos nombres los que nos salvan del abismo porque solo hay algo más radical que amar, 'principal infinitivo de la vida': los nombres amados. Ibid., 29. 39

Segundo, pasividad excepcional que, en el pensamiento de Esquirol, se articula con sensibilidad y apertura y se concreta en el repliegue del sentir. Repliegue del sentir es reflexividad involuntaria: siento que vivo, siento que siento; no solo siento frío, dice Esquirol, también siento que siento frío Esquirol, La penúltima bondad, 27. 40. Esboza la imagen de una función creciente: es tan intenso el sentir -tan y tan alto, tan y tan hondo- que, pasado cierto punto, ya no puede seguir subiendo y no tiene más remedio que plegarse sobre sí mismo. Si el repliegue del sentir es posible es porque antes ha habido un aumento en la pasividad tal que ha dado lugar a alguien 'literalmente re-flexivo, mucho más afectable y más activo -más pasivo y más pasional'. Ibid., 40. 41 Pasividad que es afección y pasión y, por ello, disposición a la acción.

Somos repliegue y a la vez nos encontramos en él. Pasiva y claramente sentimos lo que sentimos. Siempre a la luz intermedia de la que Esquirol es partidario, Esquirol busca la juntura, la articulación. No la polarización ni la yuxtaposición, sino el hilvanado de los antagonismos y los límites capaz de generar. No se ve bien ni en la deslumbrante luz de un mediodía de verano ni en la oscuridad de una noche encapotada; se ve mejor en la tibia claridad del alba o en la suave penumbra del anochecer. 'La luz excesiva se lo traga todo, al igual que la oscuridad. Hay muy poca diferencia entre el blanco y el negro. Sendos dominios son insufribles' (en Esquirol, La penúltima bondad, p. 11; véase también Humano, más humano, 145 y ss). 42 el repliegue del sentir trae claridad. Sentimos lo que nos pasa dentro tanto como lo que sucede afuera: todo nos pasa y todo lo sentimos. De nuevo, articulación y juntura, ahora entre nuestra vida y el mundo. 'Vivir no es vivir, sino darse cuenta'. Esquirol, La resistencia íntima, 110 43 Claridad radical que aúna lo que vemos y lo que sentimos; los sentidos -vista, oído, olfato, sabor, tacto- y el sentir del corazón. 'Tal vez sólo las personas con 'buen corazón', concluye Esquirol, 'son capaces de ver una parte del mundo'. Esquirol, La penúltima bondad, 34. 44Aumento de la pasividad hasta más allá del umbral que da lugar al repliegue del sentir y genera claridad al sentir lo que sentimos.

Y tercero: sensibilidad y pasividad más pasiva que toda pasividad redundan en más exposición a la afección, más apertura. El otro tiene un rostro y un nombre, y de aquí surge inevitablemente una relación: el otro se hace presente y no puedo más que responderle -el rostro viene hacia mí y yo le llamo por su nombre. La presencia del otro es la primera apertura, la primera afección: la herida infinita, profunda y abierta, en la que descansa 'la singular excelencia de lo humano'. Esquirol, Humano, más humano, 62. 45 Apertura a la conmoción, afección absolutamente inabarcable.

Repliegue y herida se dan a la vez y se intensifican y profundizan recíprocamente. En el momento en que pasividad y sensibilidad ya no pueden ganar más altura, se pliegan sobre sí mismas y originan simultáneamente el repliegue del sentir y la herida infinita. El cambio es cualitativo: la intensificación de la pasividad y la mayor altura -profundidad- del repliegue no generan más capacidad de sentir, sino 'más vulnerabilidad y más capacidad de recibir y ser herido'. Esquirol, La penúltima bondad, 39. 46

En La penúltima bondad, Esquirol se refiere a la herida como sentir o afección infinitos. Ibid., 42. 47 El repliegue del sentir, insiste, no crece a lo largo, sino a lo hondo, dando lugar a la 'afección de la alteridad-infinito. Ser alterado: he aquí lo humano, he aquí 'la vida''. Ibidem. 48 Afección y alteración como paradigma de lo humano que también capta lúcidamente K. Le Guin cuando, narrando un viaje a la tierra yerma donde habitan los muertos, dice de ellos: 'No había en ellos rasgo alguno de enfermedad. Estaban intactos y curados. Curados del dolor y de la vida'. Le Guin, 'La costa más lejana', 586. 49

Es remarcable que Esquirol opte por el término herida en vez de afección en Humano, más humano. Es decir, la afección de La penúltima bondad se torna herida, en la obra posterior. La afección infinita no es una inclinación, ni una pasión, ni una dolencia cualquiera: es una herida, abierta y honda. Como la elección del término podría resultar un tanto controvertida, Esquirol aclara que su intención no es reivindicar el dolor ni el sufrimiento Esquirol, Humano, más humano, 69. 50. Además, subraya que su intuición coincide con la del lenguaje poético: como ejemplo, dos poemas de Miguel Hernández, 'Llegó con tres heridas' y 'El herido'. En ellos, la extrema sensibilidad del poeta escogió «herida» para evocar precisamente las experiencias de la vida, el amor y la muerte. Véase Esquirol, La penúltima bondad, 63 y Humano, más humano, 91. 51 En efecto, si Esquirol hubiera optado por afección, conmoción o apertura se hubiera quedado corto y hubiera perdido, precisamente, aquello que la sabiduría poética tuvo a bien captar. Así pues, afección infinita que se concreta en herida que no sangra, pero que se hace cada vez más abierta y más profunda.

Del mismo modo que la afección se hace herida, Esquirol matiza también sus dimensiones. En La penúltima bondad, Esquirol explicitaba tres afecciones: 'la del yo que se siente en la vida breve; la del tú que se ama y que te quiere, y la del mundo admirable que leemos'. Esquirol, La penúltima bondad, 40. 52 En Humano, más humano la herida infinita la forman cuatro cortes: el de la vida, el de la muerte, el del tú y el del mundo; o gusto, angustia, amor y asombro. No son cambios de calado por cuanto ya en la primera aproximación Esquirol aunaba vida y muerte en esa vida que se siente breve; además, él mismo reconoce la dificultad de enumerar algo cuya esencia se corresponde con 'aquello que no puede ser perfectamente determinado'. Esquirol, Humano, más humano, 66. 53 Sí se mantiene el elemento más relevante de esa afección o herida: su profundidad creciente e ilimitada, su hondura.

Así pues, cuatro cortes que se cruzan y que son, de hecho, experiencias que nos transforman en lo más hondo; no en vano la definición de afección no refiere solo a inclinación o a enfermedad e incluye también la impresión que causa alteración o mudanza. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española. 54 Un corte es el abrazo de la vida. Cálido, claro y dulce: el gusto y el placer del sentirnos vivas. Lejos de ningún esquema causal o instrumental, no respiramos para vivir, sino que vivimos respirando. Vivir y sentir son una misma cosa: Esquirol subraya que la herida de la vida es el repliegue del sentir mismo. Esquirol, Humano, más humano, 70. 55 Otro corte es el roce de la muerte, esto es, la angustia de saber que algún día moriremos y que todo esto terminará. Un tercer corte es la herida del amor: el regalo del tú. La compasión, la compañía, la amistad y el amor dados y recibidos, todos los nombres propios que nos orientan y hacen del mundo algo concreto. Es decir, lo primordial del ser atravesado por el otro, el que la existencia humana parte de y se concreta en el otro. Y, finalmente, el asombro del mundo: maravilla que nos desconcierta. Esquirol recupera con esta expresión toda la intensidad del thaumazein, la experiencia fundamentalmente pasiva de encontrarse excedida, abrumada y admirada a la vez por lo hermoso e incomprensible del mundo. En El respeto o la mirada atenta, Esquirol vinculaba la capacidad de asombrarse con la de prestar atención, de modo que 'la admiración y el asombro mueven a la atención, a la reflexión y al conocimiento. […] Quien no se admira, ya no conoce más' (Esquirol, El respeto o la mirada atenta, 88; véase también, 85 y ss.) A ese asombro, le contrapone el del mundo según lo revela la tecnociencia: 'un mundo desencantado y manipulable, que vienen a ser las dos caras de lo mismo. […] un mundo menos enigmático, menos temible, menos misterioso, menos propenso a la imaginación y a las fábulas y más de raciocionio y de exploración científica' (Esquirol, El respeto o la mirada atenta, 47.) 56

Conforme la herida se va recibiendo -pasivamente-, va creando lo más nuclear de cada cual, lo más íntimo. La dramática de las heridas nos toca en lo más hondo de nuestro ser y, a la vez, lo crea. Nos pasan cosas y la herida se hace cada vez más profunda; no sólo es infinita, también es excesiva. Esquirol subraya: vamos siempre detrás de la herida, nos sobrepasa. Ni tenemos control alguno sobre ella, ni podemos suturarla, ni tendría sentido tratar de cicatrizarla. Lo único que nos queda es darle respuesta: acompañarla con la certeza de ir siempre tarde.

Esa respuesta es acompañamiento generador y generoso, nada más -y nada menos- que cuidado del alma. 'A la pasividad de la herida corresponde la pasión de la respuesta'. Esquirol, Humano, más humano, 68. 57 Lo humano radica en lo que nos pasa más que en lo que podemos: pasión antes que acción, acción que es de hecho respuesta a la pasión. Repliegue y herida se dan a la vez y recíprocamente -son causa la una de la otra, si algo así puede ser causa y otra, efecto. Repliegue y herida son pasión y afección, e implican ya respuesta. De modo que la pasión debe entenderse más bien en su acepción de acción de padecer y, en consecuencia, acción apasionada, que no como contraria a la acción. Es de la pasión que surge la acción. Es porque de inicio hay apertura y alteridad -pasión y afección; vulnerabilidad- que respondemos:

Nos encontramos sintiendo, pasivamente. Y la pasividad, en sentido propio, no es ningún defecto puesto que indica capacidad para recibir, para que nos afecten o nos hieran las cosas. Ser sensible, abierto, pasivo y vulnerable es lo mismo. Y no conviene contraponer la pasividad a la actividad, ni un sujeto pasivo a uno activo. Más bien hay que acentuar el vínculo y advertir que la afección es pasividad y ya, a la vez, movimiento. La herida es ya modificación, cambio, transformación, conmoción; cortadura e inicio instantáneo de sutura; recepción y ya respuesta. Ser humano como ser afectado, como ser conmovido. Pasividad y pasión; recibimiento y respuesta -y responsabilidad. Esquirol, La penúltima bondad, 36. La cursiva está en la versión catalana y se mantiene aquí por cuanto pone de manifiesto la proximidad entre pasión y respuesta. Resulta notable también que, en esa versión, Esquirol aclare que se puede ser igualmente afectado o herido «por lo que nos hace mal o por lo que nos hace bien». Véase Esquirol, La penúltima bondat: assaig sobre la vida humana (Barcelona: Quaderns Crema, 2018), 34. 58

Resistencia y amparo

Así pues, acción que es respuesta a aquello que nos pasa y que, por tanto, nos afecta. Pasión y afección, vulnerabilidad; después, respuesta, que es responsabilidad antes que poder. Responsable viene del latín medieval responsabilis: que requiere respuesta; responsable es quien está obligado a responder de algo o por alguien y quien pone cuidado y atención en lo que hace. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española. 59 Condición de posibilidad de esa respuesta responsable es la vulnerabilidad previa -hondura del repliegue y apertura de la herida infinita. Puede, solo, quien antes ha sido afectado, herido infinita y pasivamente, y se encuentra entonces obligado a responder por alguien -cuyo rostro con nombre le interpela- con cuidado y atención. De modo que 'la situación más fundamental no es ni la del poder ni la de la impotencia, sino la de una vulnerabilidad básica que resulta ser condición de posibilidad de ambos -poder e impotencia'. Esquirol, Humano, más humano, 59. 60

Así, la pregunta por la vulnerabilidad deviene, en Esquirol, pregunta por el sentido. Lo más humano de lo humano no son solo el repliegue del sentir y la herida infinita; también -puede que sobre todo- el cuidado de la herida. Ibid., 69. 61 La respuesta responsable es acompañarla herida infinita, reconocernos atravesadas por el infinito y la alteridad. Atender y cuidar la herida es respuesta y orientación.

A aquella acción humana que se curva ante la gravedad de la herida infinita, que la atiende y la cuida, Esquirol la denomina curvatura poiética. Porque la herida es grave, determina la acción. De hecho, la vida sería banal sin esa gravedad que deviene 'fundamento de nuestra vida: condición de posibilidad y sentido de la acción'. Ibid., 84. 62 Es decir, la acción tiene sentido porque no se da en el vacío, sino en la gravedad de una herida que pide compañía, atención y cuidado. Y como el desarrollo particular de la dramática de la herida de cada cual se funde con la propia vida, lo realmente grave es la vida de cada cual, 'cada una de las vidas singulares y únicas'. Esquirol, La resistencia íntima, 94. 63

Es poiético, pues, todo aquello que se curva sobre la herida infinita. Resulta claro que la poiesis así entendida trasciende la distinción aristotélica y cualquiera de sus reformulaciones contemporáneas Aunque la distinción es bastante más compleja, se puede decir que praxis es aquella actividad humana que revierte en el sujeto e incluye en sí misma su propio fin, mientras que poiesis es un medio que persigue otro fin más allá del sujeto, un producto. Esquirol reflexionó sobre las relecturas de praxis de Martin Heidegger, Hans-Georg Gadamer, Hannah Arendt y Jürgen Habermas antes de proponer esta singular aproximación a poiesis. Véase Josep Maria Esquirol, 'El concepto aristotélico de praxis en la filosofía contemporánea', en Tres ensayos de filosofía política (Barcelona: EUB, 1996). 64. Esquirol es consciente de que pierde así una distinción ciertamente valiosa. Y, sin embargo, apunta hacia algo mucho más sencillo y puede que aún más hondo: que 'el hecho trivial de que lo que de veras cuenta es hacer algo bien o bueno, y de que lo peor es no hacer nada bien ni bueno, es decir, de que lo peor es deshacer'. Esquirol, Humano, más humano, 88. 65 De lo instrumental a lo ético, a lo que hace bien: es poiético todo aquello que trae consigo bondad y belleza, da consistencia al mundo y sentido a la vida. En esto Esquirol coincide con la afirmación de Arendt de que toda buena acción añade bondad al mundo y toda mala acción, aún por una buena causa, lo empeora. Arendt, 'Los huevos rompen a hablar', en Ensayos de comprensión (Barcelona: Página Indómita, 2018): 393-412, y Arendt, Diario filosófico, 79. 66

Esa aproximación a lo poiético le permite afirmar que 'debido a que estoy herido tengo mucho trabajo que hacer'. Esquirol, Humano, más humano, 91. 67 Trabajo es aquí la responsabilidad ineludible ante pasión y afección infinitas que me aboca irremediablemente a la acción poiética. Y aunque las tres afecciones iniciales pasaron a ser cuatro cortes de la herida, los movimientos que le dan respuesta son siempre tres: Esquirol, La penúltima bondad, 47 y 48, y Humano, más humano, 90. 68 poiética de la vida, del mundo y del sentido. Es decir: más placer y más vida, más amparo y más mundo, más saber y más sentido. La poiética de la vida consiste en intensificar la vida y sentir su goce, sabiendo que esa satisfacción nunca será definitiva ni total. Sentirte viva y desear sentirte aún más intensamente viva. La poiética del mundo se relaciona con la intemperie y la experiencia de precariedad. Pide, pues, cuidado de sí y del otro, más amparo, resistencia y generosidad. La poiética del sentido estriba en el sentir inteligente que es deseo de entender y conocer. No es saber desligado de la experiencia: es sentido y esperanza.

La intemperie es condición de posibilidad del sentido de la vida. Y éste radica en resistir y amparar, actos de respuesta a la vulnerabilidad misma. En el desierto, el sentido es la responsabilidad de resistir la disgregación y amparar lo humano -mantener y cobijar la vulnerabilidad:

La condición del significado es la intemperie, y el significado mismo, el movimiento de amparar la vida de las personas. La intemperie y la disgregación de las afueras llevan a la resistencia y al amparo, pero he aquí que ambas no buscan preservar un tesoro incólume, sino cuidar la vulnerabilidad del ser humano, que es, además, presencia generadora. Se ampara la vulnerabilidad por ella misma, pero también se resiste con vistas a la generación y a la generosidad. Esquirol, La penúltima bondad, 90. 69

La resistencia de Esquirol es el cuidado de sí atravesado por el otro: cuidado de sí y cuidado del otro, cuidado de sí con el otro. La experiencia del sí mismo, afirma, es 'experiencia de la intemperie propia y solicitud por la vulnerabilidad del prójimo'. Esquirol, La resistencia íntima, 91. 70 Entonces, resistencia se articula con alteridad, con cuidado y con amparo, en el esfuerzo humilde, discreto y cotidiano de no perderse a una misma ni a las otras. Hay cercanía entre resistencia y existencia, y entre resistencia y amparo. De hecho, resistencia es a la vez necesitar amparo y ser capaz de ofrecérselo a una misma y al otro. Requiere de una casa donde recogerse -pues permite salir, ser inicio y regresar-, y es también saberse atravesada por el otro, acogerlo y dejarnos acoger. Si la resistencia que propone Esquirol es íntima es porque está próxima a lo más hondo de cada cual: el repliegue y la herida.

Resistir para Esquirol se aviene con el no ceder de Jan Patočka, otro interlocutor habitual suyo. No ceder, explica Esquirol, 'no significa ni confesar el absurdo ni creerse ya a salvo […]; más bien al contrario, significa asumir la intemperie y la problematicidad'. Ibid., 114. Más adelante, escribe: 'Resistir en lo inactual quiere decir situarse al margen, en la lateralidad, y proteger ahí la diferencia'. Y apunta que la resistencia política suele caracterizarse por 'un decir no en nombre de la libertad y de la integridad (la amenaza es la desintegración); un combate clandestino asumido voluntariamente, pero al que no se ve alternativa (la situación exige resistir); y mucha importancia dada a la memoria (memoria de los que ya han desaparecido, pero que queremos guardar, y memoria de horizonte de la comunidad inactual)' (Esquirol, La resistencia íntima, 122). 71 Por lo tanto, y desde los márgenes, resistir las adversidades de la vida en la intemperie y 'al dominio y a la victoria del egoísmo, a la indiferencia, al imperio de la actualidad y a la ceguera del destino, a la retórica sin palabra, al absurdo, al mal y a la injusticia'. Esquirol, La resistencia íntima, 17. 72 Esto es, dado que no podemos evitar una intemperie que es nuestra condición, resistir sabiendo que no hay victoria ni derrota definitivas Ibid., 108. 73 y confiar en el sentido. Asimismo, resistir se aviene también con albergar y mantener la esperanza -'la espera de un poco más de sentido: pero de un sentido diferente, otro'-. Esquirol, Humano, más humano, 163. 74 Una esperanza que brota de la confianza en la hondura de la vida, que es la hondura del repliegue y de la herida, y de la certeza que haber nacido es aún más increíble que tener que morir.

Resistencia que tiene una vertiente claramente ética, de relación con el otro concreto -que incluso puedo ser yo misma- y que representa también la dimensión más explícitamente política de Esquirol, que se aviene con solidaridad y fraternidad y aúna responsabilidad y esperanza, frente al nihilismo y el absurdo. Tanto es así que la revolución, dice Esquirol, solo puede ser la de la generosidad y la fraternidad, y pasa por 'la solidaridad en la intemperie. Por comprender que lo que nos junta es la desnudez de las afueras -la intemperie-, el horizonte del medio palmo y, también, la alteridad que afecta radicalmente la vida'. Esquirol, La penúltima bondad, 24. 75 En definitiva, la resistencia da lugar a 'una hermenéutica del sentido de la vida; un intento de comprensión del trasfondo de la existencia humana'. Esquirol, La resistencia íntima, 17. 76 Si algo vale la pena y tiene sentido es el cuidado de la herida.

Y como nadie se sostiene solo, el cuidado de la herida -propia y ajena- es también amparo. Es notable aquí que, en su defensa del desierto como metáfora de la condición humana, su primer argumento sea que el 'amparo sólo tiene sentido en el desierto'. Ibid., 128. En la versión catalana, aclara: 'en el desierto, no en el océano'. Véase La resistencia íntima: assaig d'una filosofia de la proximitat (Barcelona: Quaderns Crema, 2015), 124. 77 En el desierto, precariedad y desamparo, necesidad de acogida. Puede que amparo resulte el término más concreto e inequívoco de una experiencia que conjuga acogida, generosidad, hospitalidad, fraternidad y bondad. Atención especial merece esta última, pues hay en Esquirol una reivindicación constante de la experiencia próxima de la bondad, un intento por restituirle su hondura: la bondad es más honda que el mal; hay una promesa de bien, y el mal sobreviene.

Hay cercanía entre hacer las cosas bien y hacer bien -ni siquiera hace falta subrayar el bien. Resistencia para generar bondad y amparo de la vulnerabilidad, propia y ajena; y difícilmente ocurre algo más bondadoso que el amparo. Resistencia y generosidad son 'las principales manifestaciones de esta tendencia agápica horizontal' que es la bondad. Esquirol, La penúltima bondad, 48. 78 Y, a la vez, amparo y generosidad como los gestos más humanos, capaces incluso de sostener el mundo, bondadosos hasta el extremo que darlos y recibirlos podría ser, incluso, lo más cercano a la felicidad en las afueras. Ibid., 90. 79

Ante todo, pues, la filosofía de la proximidad es una propuesta ética, de orientación de la acción radicalmente atravesada por el otro. En un entorno acelerado y tecnocientífico, confiar en el sentido de lo humano, de lo más humano de lo humano que son esa pasión y esa afección originarias; y responderles, confiando también en la existencia de bien y comprometiéndose con la bondad, con la vocación humana para el bien. Responsabilidad -que es amparo y resistencia- como respuesta y como sentido, como la más honda expresión de lo humano.

El corazón y la piel

Si el plato del inicio calienta el cuerpo y el alma es porque Esquirol busca la juntura. No somos vulnerables solo porque seamos un cuerpo que puede herirse, enfermar, pasar hambre y sed, calamidades e injusticias -que también-; somos vulnerables en tanto seres humanos.

El símbolo hace pensar, afirmaba Ricœur y a Esquirol le gusta recordar. En este sentido, dos órganos devienen paradigmáticos en la vulnerabilidad de Esquirol: la sensibilidad encarnada en el corazón y la piel. El corazón es el núcleo del ser humano, ahí donde habita el alma, 'símbolo de la sensibilidad y, por eso mismo, la quintaesencia de lo humano'. Ibid., 39. 80 El repliegue del sentir toca el corazón y crea la afección. Si, a la manera de Esquirol, se atiende a la honda evidencia del lenguaje sencillo y cotidiano, resulta claro que el corazón y nuestro ser más íntimo son lo mismo. Por poner solo unos ejemplos: le abrimos nuestro corazón a alguien, damos y decimos de todo corazón, alguien nos llega al corazón o nos lo arranca, nos da un vuelco el corazón o se nos encoge, tenemos el corazón en un puño o no nos cabe el corazón en el pecho. Y, como señala Esquirol, no es casual que tener un gran corazón o no tener corazón sean sinónimos de humanidad o de su más absoluta carencia.

Por otro lado, la piel fina torna la sensibilidad en tacto. No en vano proximidad es para Lévinas relación ética, sensibilidad y tacto. Esquirol, La resistencia íntima, 155. 81 Que la piel humana sea fina permite que la mano sea símbolo no solo de instrumentalidad, sino también de contacto, apoyo, unión. 'La mano que toca, ya ha sido tocada'. Esquirol, Humano, más humano, 57. 82 Viene a la mente la mano que ofrecemos a una criatura que comienza a andar, o aquella que nos acaricia y nos transmite fuerza, dulzura o consuelo. La piel fina posibilita la disolución del dentro y el fuera y a la vez ofrece poca resistencia a la apertura. 'Finura de la piel que ha permitido el corte y la apertura invisible. Finura de la piel que nos da el privilegio inasumible de la herida infinita. He aquí lo mismo: finura de la piel, vulnerabilidad del alma'. Ibid., 59. 83 En el corazón habita el alma y la piel recubre el cuerpo: lo más íntimo y lo más expuesto simbolizan una vulnerabilidad que habita el corazón y la piel, que es juntura de cuerpo y alma.

Aunque la sensibilidad extrema de piel y corazón encarne la vulnerabilidad, ésta no se limita a lo corporal. En tanto cuerpo, claro está que podemos herirnos y enfermar y necesitamos cuidados. Asimismo, el roce de la muerte viene determinado por ser cuerpo y, por lo tanto, mortal. Pero casi tan grave como la certeza de la propia muerte es la afección ante la muerte de otro: el dolor que deja su ausencia profundiza la herida y agrava la provisionalidad de quien se queda.

Pasión y afección iniciales, radicales e infinitas que originan el repliegue y la herida en la que se halla lo más humano de lo humano. La vulnerabilidad es afección pasiva, condición humana esencial que da lugar a lo que nos es más propio, más profundo. Intensificación del repliegue y profundización de la herida que requieren más cuidado, más amparo, más resistencia. La herida infinita llega a lo más hondo de una misma, hasta un centro que no existía: 'el centro que soy yo mismo'. Ibid., 81. 84 Y ese centro coincide también con 'el punto del repliegue del sentir cuya vibración provoca un nudo en la garganta y nos entrega'. Ibidem. 85 Ahí donde se encuentran la herida y el repliegue, ese centro que crean juntos y a la vez, aquello más profundo de nosotras: eso es el alma.

Así pues, repliegue del sentir y herida infinita convergen y crean el centro del centro. El alma, pasivamente creada, afectada en lo más hondo, constituye el núcleo más íntimo y nos entrega también pasivamente. Esquirol cita a Platónov para decir que el alma es 'la capacidad de sentir y sufrir y, por eso mismo, de pensar y de luchar'. Andréi Platónov, Dzhan (Logroño: Fulgencio Pimentel, 2018), 182; citado en ibid., 59. 86 Alma que es juntura de pathos y curvatura poiética. Alma herida de buen inicio; y, precisamente por eso, también lo más abierto: no es un interior encerrado en sí mismo, sino apertura fecunda, generadora, 'abierta por las cuatro infinitudes, y apertura a través de la cual, en vez de sangre, aflora la vibración del alma transformada en acción y pasión de la vida'. Esquirol, Humano, más humano, 82. 87

Lo más humano de lo humano nace con la herida y el repliegue, con 'la afección, al estar 'tocado' por el misterio de la vida, por las experiencias del yo, del tú y del mundo. Por lo que no hay ontología sin pasión'. Esquirol, La penúltima bondad, 46. En la versión en catalán, además de 'tocado' Esquirol utiliza 'corprès', es decir, alguien cautivado por una emoción intensa y, figuradamente, alguien a quien le han robado el corazón; véase La penúltima bondat, 44. 88 La excepcionalidad de lo humano reside en haber pasado ese umbral que posibilita el repliegue del sentir, la claridad y la herida infinita, y en profundizar en la herida, amparar al otro y resistir la disgregación esperanzadamente.

Dos incisos antes de terminar este apartado. El primero: que la vulnerabilidad sea esencia de lo humano no significa, ni mucho menos, que Esquirol se desentienda de aquello que pueda agudizarla y arrojarla a ciertas personas o colectivos a una intemperie aún más cruda. Muy al contrario, Esquirol insiste en que hay que combatir sin tregua el mal, el sufrimiento y la injusticia. Esquirol, La penúltima bondad, 143, y Humano, más humano, 69. 89 No quedarnos cortos en humanidad es aceptar la debilidad de ser demasiado humano; y ser humano es ser vulnerable y atender a la vulnerabilidad del otro -piel herida y corazón abierto. Esquirol, Humano, más humano, 168. 90 No serlo es tener la piel gruesa y el corazón endurecido, no tener ni tacto ni humanidad.

Segundo inciso: podría decirse que el ser humano no es el único ser vulnerable -pasivo, afectado- sobre la faz de la Tierra, que otros seres lo son también. Defiende Esquirol que el repliegue del sentir y la herida infinita son exclusivas del ser humano: 'El sentir del gorila todavía no contiene la reflexividad-claridad, o la contiene de forma demasiado incipiente; todavía no ha traspasado el umbral, aunque la sombra de la desolación -de la intemperie- empiece a insinuarse en su mirada'. Esquirol, La penúltima bondad, 44. 91 La duda sobre este argumento es razonable, y más hablando de grandes simios: dónde poner el límite a partir del cual el incremento del sentir da lugar al repliegue, a la claridad y la afección. ¿Por qué el animal humano pasa el umbral y cuánto le falta al gorila para llegar a él? ¿Y al chimpancé, al orangután, al bonobo, al elefante, a los grandes mamíferos marinos? Sin embargo, no es esta la arena a la que nos quiere llevar Esquirol; su preocupación está más bien en las 'golosas promesas de un más allá de lo humano' Esquirol, Humano, más humano, 12. 92 de los discursos tecnocientíficos. Es desde ahí desde donde su reivindicación de la especificidad de lo humano cobra todo el sentido. 'Qué paradoja más triste', se lamenta Esquirol: 'aspirar a y confiar en llegar más allá de lo humano y quedarnos cortos en humanidad'. Ibid., 11. 93

Pensar y amar

La vulnerabilidad misma es sentido de la existencia. Lo es por mor de la de claridad que nace del repliegue del sentir y aproxima sentir y pensar, y del deseo de amparo que es en sí mismo reconocimiento de la vulnerabilidad propia y ajena. 'El sentido de la existencia es la intención de claridad y de cobijo. Darse cuenta de lo humano es estar implicado en la sutura de la sutura. La debilidad del otro hace que la medicina y la ética tengan un mismo significado'. Esquirol, Humano, más humano, 11. Esquirol, La resistencia íntima, 175. 94 Claridad que surge del mismo repliegue del sentir y que se aviene con la vocación de la filosofía y amparo con la de la medicina: ser respuesta a la vulnerabilidad aproxima mirada médica y mirada filosófica. Claridad es vecina de pensamiento y amparo de amor; y pensamiento y amor son 'las dos palabras graves enaltecedoras de la vida'. Esquirol, La penúltima bondad, 49. 95

Mientras el repliegue es reflexividad involuntaria, el pensamiento es reflexividad voluntaria: Ibid., 170. 96 hay que parar un momento para poder pensar. Pensar es aquí pensar concreto sobre lo sentido y lo vivido, desde la pasión y la afección iniciales: el pensamiento 'emerge del darse cuenta que acompaña nuestra apertura al mundo y a toda acción'. Ibidem. 97 Pensar debe entenderse, pues, como poiética de sentido: su vocación es crear más sentido. Inteligencia deviene capacidad de sentir lo inteligible del mundo. Esquirol distingue entre el conocimiento acumulativo propio de la tecnociencia y el pensamiento, que es fundamentalmente la pregunta por el sentido de la vida en la intemperie de las afueras. Pensar es pensarnos en la vulnerabilidad y la precariedad, generar claridad y ser capaces de atender la gravedad de la herida.

En cualquier caso, Esquirol pone el foco en el sujeto más que en el predicado: en el pensamiento como en el amor lo importante es ese alguien que piensa y que ama -que vive-. Amar y pensar devienen, así, anclas a lo concreto. Como se ha dicho, los nombres amados nos salvan del abismo; acompañarlos y cuidarlos arraiga y orienta la vida. Del mismo modo, pensar lo concreto es aproximarse al sentido, con cuidado y con pasión. Pensar desde lo concreto y amar lo concreto es intensificar la vida'. Este quien, que piensa lo más profundo, ama lo más vivo. El quien, que es aquel que siente, que siente la vida, intensifica su sentir por el hecho de pensar, y por el hecho de amar'. Ibid., 178. 98

Amor y pensamiento son infinitivos de la vida, son la vida misma. Hacen la vida más viva, la intensifican. En ellos enraíza el abrazo de la vida y la altura del repliegue del sentir. Y aunque está claro que la muerte ganará en algún momento, no lo está tanto que esa sea una victoria inequívoca y definitiva. Ibid., 179. 99 Amar y pensar es ser capaz de vida: amparar, resistir, generar -intensificar la vida y confiar en el sentido-.

Como se vio en el inicio del artículo, el pathein arendtiano es la otra cara de la acción: padecimiento por los poderes surgidos del entre. Para Arendt, amor y pensamiento, junto con labor -que es la respuesta a la urgencia de la vida misma-, son 'los tres modos de la vida pura', Arendt, Diario filosófico, 478. 100 alejados de la instrumentalidad que guía la producción y del mundo estable que acoge los asuntos humanos. Vecindad de amor, pensamiento y vida. Para Esquirol, pathos es apertura al padecimiento y goce concreto: pasión esencial que profundiza la herida e intensifica el repliegue -sentimientos, afectos, pasiones, deseos. Pasión como pasividad que es origen de la acción, su condición de posibilidad. La degeneración es su reducción a patología-.

Esquirol recupera la idea clásica de la medicina como cuidado del cuerpo y la filosofía como cuidado del alma: Esquirol, La resistencia íntima, 76. 101 he ahí el carácter médico de la filosofía. La medicina parte de la vulnerabilidad del cuerpo humano y la atiende, la filosofía, defiende Esquirol, debe de hacer lo propio con la vulnerabilidad del alma. Y así como la acción humana deviene cuidado que se curva sobre la gravedad de la herida infinita, el pensamiento también puede, y debe, curvarse para atender y cuidar la herida.

Mirada médica como mirada filosófica, ambas como mirada atenta -esencia del respeto-. Cuidado de sí capaz de acoger la vulnerabilidad de la vida humana en la intemperie de las afueras. Mirada que sabe comprender que lo más humano de lo humano radica en el repliegue del sentir, en la herida infinita y en el cuidado que se les da, y que el sufrimiento de cada cual está vinculado con el ir ganando altura -que es profundidad- en el repliegue y en la herida.

Por eso la degeneración de la medicina es considerarlo todo como enfermedades que hay que curar, patologizar ese padecimiento que es fruto de la complejidad misma de la vida, de la pasión y afección en que radica el núcleo de lo humano. Ante eso, la propuesta de Esquirol es una comprensión de la condición humana más sensata, más acorde con nuestra situación inevitablemente precaria. Eso implica asumir que la angustia, la incertidumbre o el dolor por la pérdida muestran nuestra esencia abierta y vulnerable, pasiva y afectada. Del mismo modo, cuidar de alguien no presupone su enfermedad, ni tampoco muestra sólo una dependencia mutua que podría quedar en simple reciprocidad utilitaria. El cuidado evidencia la alteridad que nos toca y nos constituye en lo más hondo y la responsabilidad ineludible que ésta supone -cosa que suele ser así incluso cuando la mercantilización de los cuidados y sus cadenas globales los distorsionan y afloran severos conflictos-.

En definitiva, y como afirma Esquirol, aunque haya remedios para algunas dolencias, la vida como tal no tiene remedio: solo queda asumir la vulnerabilidad y pensar la vida de acuerdo con la gravedad de la herida. Que el pensamiento, que ya es acción, se curve sobre la herida y ofrezca un poco más de sentido, un poco más de amparo, un poco más de vida. Pensar, siempre, desde lo concreto y situado de nuestra vida para ser capaces de acoger y acompañar el propio repliegue y la propia herida -que es herida con los otros-. Pensamiento que, en tanto atiende a nuestra vulnerabilidad, es cuidado del alma. La filosofía de la proximidad es un pensar capaz de proporcionar cobijo, 'al servicio del actuar y del orientarse'. Esquirol, Humano más humano, 18. 102 Una filosofía capaz de generar más sentido, de proporcionar refugio y de intensificar la vida, juntura de las poiéticas de vida, de mundo y de sentido.

Conclusiones

La vulnerabilidad constituye lo más humano de lo humano en la filosofía de la proximidad de Esquirol. A partir de la apertura infinita a la alteridad, la vulnerabilidad, además de esencial, deviene sobre todo sentido concreto de la acción y de la vida misma. El acompañamiento atento a ese ganar infinitamente altura en el repliegue y hondura en la herida es, a la vez, arraigo y concreción y hace de resistencia y amparo, o de generación y bondad, gestos humanos fundamentales con hondas derivas éticas y políticas. Pathos que nos abre la herida y nos aboca a la respuesta; vulnerabilidad que abre el abismo y a la vez lo sella.

Pensar y amar como acciones que intensifican la vida y la orientan, paradigmas de lo concreto. Pensamiento claro y amor hospitalario, nacidos de la sensibilidad más honda -de lo más hondo del alma- de donde afloran la mirada médica y la filosófica como un mismo modo de acoger la vulnerabilidad humana, con tacto y dulzura. Propuesta ética en que el cuidado de sí es juntura de resistencia y amparo, con los otros y en el mundo.

Referencias

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Le Guin, Ursula K. , trad. Matilde Horne. Barcelona: Minotauro, 2006.




Notas al pie de pagina

Este artículo se ha desarrollado en el marco del Proyecto del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades: La mirada filosófica como mirada médica (PGC2018-094253-B-I00) Agradezco los comentarios de quienes han leído versiones anteriores.

Esquirol Calaf, Josep Maria . . Barcelona: Gedisa , 2011.Josep Maria Esquirol, Los filósofos contemporáneos y la técnica. De Ortega a Sloterdijk (Barcelona: Gedisa, 2011), 195.

Esquirol Calaf, Josep Maria . . Barcelona: Acantilado, 2015 [ (Barcelona: Quaderns Crema, 2015)].Josep Maria Esquirol, La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de la proximidad (Barcelona: Acantilado, 2015). La obra ganó el Premi Ciutat de Barcelona de ensayo 2015 y el Premio Nacional de Ensayo 2016, otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España.

Esquirol Calaf, Josep Maria . . Barcelona: Gedisa, 2006.Josep Maria Esquirol, El respeto o la mirada atenta. Una ética para la era de la ciencia y la tecnología (Barcelona: Gedisa, 2006).

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Josep Maria Esquirol, La penúltima bondad. Ensayo sobre la vida humana (Barcelona: Acantilado, 2018).

Esquirol Calaf, Josep Maria . . Barcelona: Acantilado , 2021 [. Barcelona: Quaderns Crema , 2021].Josep Maria Esquirol, Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita (Barcelona: Acantilado, 2021).

Esquirol, Los filósofos contemporáneos y la técnica, 12.

El título del último libro de Esquirol responde, precisamente, al Humano, demasiado humano de Nietzsche; de la superación de la debilidad humana a su reivindicación. Véase Esquirol, Humano, más humano, 10.

Ibid., 12.

Esquirol, La resistencia íntima, 7.

Esquirol, La penúltima bondad, 69.

Arendt, Hannah. , ed. Ursula Ludz e Ingeborg Nordmann, trad. Raúl Gabás. Barcelona: Herder, 2006.Hannah Arendt, Diario filosófico, ed. Ursula Ludz e Ingeborg Nordmann (Barcelona: Herder editorial, 2006), 279.

Ibid., 196, 279, 315, 445, 447, 478 y 532.

Ibid., 363.

Ibid., 279.

Ibid., 272.

Arendt, Hannah. , trad. Ramón Gil Novales. Barcelona: Paidós, 2005. Hannah Arendt, La condición humana (Barcelona: Paidós, 2005), 218.

Arendt, Hannah. “The Great Tradition II. Ruling and Being Ruled”, 74, núm. 4 (2007): 941-954Hannah Arendt, 'The Great Tradition II. Ruling and Being Ruled', Social Research: An International Quarterly, vol. 74, no. 4 (2007): 941-954, 948.

Arendt, La condición humana, 217.

Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 23a edición [versión 23.4 en línea]. Acceso el 6/6/2021, https://dle.rae.es.

Esquirol, Humano, más humano, 47.

Esquirol Calaf, Josep Maria . “La primera palabra, o la esencia del lenguaje como amparo”, , 31/1 (2012): 103-120.Esquirol, 'La primera palabra, o la esencia del lenguaje como amparo', Ágora. Papeles de Filosofía, 31/1 (2012): 103-120, 113, y La penúltima bondad, 52.

Butler, Judith. , trad. Fermín Rodríguez. Buenos Aires: Paidós, 2006.Judith Butler, Vida precaria: el poder del duelo y la violencia (Buenos Aires, Paidós, 2006), 20.

Esquirol, Humano, más humano, 54.

Ibid., 54. Todas las cursivas en las citas son cursivas en el original.

Ibid., 55.

Esquirol, La penúltima bondad, 26.

Emmanuel Lévinas, Autemente qu'être ou au-delà de l'essence (París: Le Livre de Poche, 1990), 85; citado en Esquirol, La penúltima bondad, 50.

Esquirol, Humano, más humano, 20.

Esquirol, La penúltima bondad, 43.

Esquirol, La resistencia íntima, 73.

Esquirol, Humano, más humano, 24.

Ibid., 20.

Le Guin, Ursula K. , trad. Matilde Horne. Barcelona: Minotauro, 2006.Ursula K. Le Guin, 'Las tumbas de Atuan', en Historias de Terramar (Barcelona: Minotauro, 2006), 340.

Ursula K. Le Guin, 'La costa más lejana', en Historias de Terramar, 564.

Esa concreción es deliberada. Esquirol parte de lo situado y específico: 'la finitud tiene que ver con la concreción y la experiencia de situaciones siempre singulares. La técnica, en cambio, participa de procesos de abstracción. Y no habiendo problema alguno inherente a la abstracción considerada en sí misma, sí lo hay cuando la abstracción se absolutiza y pierde la conexión con su punto de partida' (en Esquirol, Los filósofos contemporáneos y la técnica, 198). En La penúltima bondad, bajo el subtítulo 'Sencillez y profundidad', Esquirol escribe sobre la definición del adjetivo verde en el Diccionario de la lengua española de la RAE: 'La primera acepción dice así: 'de color semejante al de la hierba fresca'. Y no es ninguna metáfora. Casi nadie se la esperaba, cuando, sin embargo, es la definición más sencilla, la más evidente y la más esencial. […] Cualquier definición 'científica' será secundaria respecto a la primera aproximación experiencial al mundo de la vida' (en Esquirol, La penúltima bondad, 17).

Esquirol, Humano, más humano, 25.

Ibid., 29.

Esquirol, La penúltima bondad, 27.

Ibid., 40.

Esquirol busca la juntura, la articulación. No la polarización ni la yuxtaposición, sino el hilvanado de los antagonismos y los límites capaz de generar. No se ve bien ni en la deslumbrante luz de un mediodía de verano ni en la oscuridad de una noche encapotada; se ve mejor en la tibia claridad del alba o en la suave penumbra del anochecer. 'La luz excesiva se lo traga todo, al igual que la oscuridad. Hay muy poca diferencia entre el blanco y el negro. Sendos dominios son insufribles' (en Esquirol, La penúltima bondad, p. 11; véase también Humano, más humano, 145 y ss).

Esquirol, La resistencia íntima, 110

Esquirol, La penúltima bondad, 34.

Esquirol, Humano, más humano, 62.

Esquirol, La penúltima bondad, 39.

Ibid., 42.

Ibidem.

Le Guin, 'La costa más lejana', 586.

Esquirol, Humano, más humano, 69.

En ellos, la extrema sensibilidad del poeta escogió «herida» para evocar precisamente las experiencias de la vida, el amor y la muerte. Véase Esquirol, La penúltima bondad, 63 y Humano, más humano, 91.

Esquirol, La penúltima bondad, 40.

Esquirol, Humano, más humano, 66.

Real Academia Española, Diccionario de la lengua española.

Esquirol, Humano, más humano, 70.

En El respeto o la mirada atenta, Esquirol vinculaba la capacidad de asombrarse con la de prestar atención, de modo que 'la admiración y el asombro mueven a la atención, a la reflexión y al conocimiento. […] Quien no se admira, ya no conoce más' (Esquirol, El respeto o la mirada atenta, 88; véase también, 85 y ss.) A ese asombro, le contrapone el del mundo según lo revela la tecnociencia: 'un mundo desencantado y manipulable, que vienen a ser las dos caras de lo mismo. […] un mundo menos enigmático, menos temible, menos misterioso, menos propenso a la imaginación y a las fábulas y más de raciocionio y de exploración científica' (Esquirol, El respeto o la mirada atenta, 47.)

Esquirol, Humano, más humano, 68.

Esquirol, La penúltima bondad, 36. La cursiva está en la versión catalana y se mantiene aquí por cuanto pone de manifiesto la proximidad entre pasión y respuesta. Resulta notable también que, en esa versión, Esquirol aclare que se puede ser igualmente afectado o herido «por lo que nos hace mal o por lo que nos hace bien». Véase Esquirol Calaf, Josep Maria . . Barcelona: Quaderns Crema, 2018 [. Barcelona: Acantilado , 2018].Esquirol, La penúltima bondat: assaig sobre la vida humana (Barcelona: Quaderns Crema, 2018), 34.

Real Academia Española, Diccionario de la lengua española.

Esquirol, Humano, más humano, 59.

Ibid., 69.

Ibid., 84.

Esquirol, La resistencia íntima, 94.

Aunque la distinción es bastante más compleja, se puede decir que praxis es aquella actividad humana que revierte en el sujeto e incluye en sí misma su propio fin, mientras que poiesis es un medio que persigue otro fin más allá del sujeto, un producto. Esquirol reflexionó sobre las relecturas de praxis de Martin Heidegger, Hans-Georg Gadamer, Hannah Arendt y Jürgen Habermas antes de proponer esta singular aproximación a poiesis. Véase Esquirol Calaf, Josep Maria. “El concepto aristotélico de en la filosofía contemporánea”, en . Barcelona: EUB, 1996.Josep Maria Esquirol, 'El concepto aristotélico de praxis en la filosofía contemporánea', en Tres ensayos de filosofía política (Barcelona: EUB, 1996).

Esquirol, Humano, más humano, 88.

Arendt, Hannah. “Los huevos rompen a hablar” en , 393-412, trad. Roberto Ramos Fontecoba. Barcelona: Página indómita, 2018.Arendt, 'Los huevos rompen a hablar', en Ensayos de comprensión (Barcelona: Página Indómita, 2018): 393-412, y Arendt, Diario filosófico, 79.

Esquirol, Humano, más humano, 91.

Esquirol, La penúltima bondad, 47 y 48, y Humano, más humano, 90.

Esquirol, La penúltima bondad, 90.

Esquirol, La resistencia íntima, 91.

Ibid., 114. Más adelante, escribe: 'Resistir en lo inactual quiere decir situarse al margen, en la lateralidad, y proteger ahí la diferencia'. Y apunta que la resistencia política suele caracterizarse por 'un decir no en nombre de la libertad y de la integridad (la amenaza es la desintegración); un combate clandestino asumido voluntariamente, pero al que no se ve alternativa (la situación exige resistir); y mucha importancia dada a la memoria (memoria de los que ya han desaparecido, pero que queremos guardar, y memoria de horizonte de la comunidad inactual)' (Esquirol, La resistencia íntima, 122).

Esquirol, La resistencia íntima, 17.

Ibid., 108.

Esquirol, Humano, más humano, 163.

Esquirol, La penúltima bondad, 24.

Esquirol, La resistencia íntima, 17.

Ibid., 128. En la versión catalana, aclara: 'en el desierto, no en el océano'. Véase La resistencia íntima: assaig d'una filosofia de la proximitat (Barcelona: Quaderns Crema, 2015), 124.

Esquirol, La penúltima bondad, 48.

Ibid., 90.

Ibid., 39.

Esquirol, La resistencia íntima, 155.

Esquirol, Humano, más humano, 57.

Ibid., 59.

Ibid., 81.

Ibidem.

Andréi Platónov, Dzhan (Logroño: Fulgencio Pimentel, 2018), 182; citado en ibid., 59.

Esquirol, Humano, más humano, 82.

Esquirol, La penúltima bondad, 46. En la versión en catalán, además de 'tocado' Esquirol utiliza 'corprès', es decir, alguien cautivado por una emoción intensa y, figuradamente, alguien a quien le han robado el corazón; véase La penúltima bondat, 44.

Esquirol, La penúltima bondad, 143, y Humano, más humano, 69.

Esquirol, Humano, más humano, 168.

Esquirol, La penúltima bondad, 44.

Esquirol, Humano, más humano, 12.

Ibid., 11.

Esquirol, Humano, más humano, 11. Esquirol, La resistencia íntima, 175.

Esquirol, La penúltima bondad, 49.

Ibid., 170.

Ibidem.

Ibid., 178.

Ibid., 179.

Arendt, Diario filosófico, 478.

Esquirol, La resistencia íntima, 76.

Esquirol, Humano más humano, 18.

Cómo citar: Palacios Morales, A. (2022). Resistencia y amparo. Vulnerabilidad en la filosofía de la proximidad de Josep Maria Esquirol. EN-CLAVES del pensamiento, 0(31), e472. doi: https://doi.org/10.46530/ecdp.v0i31.472


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